dimarts, de gener 16, 2007

NARRACIONS CURTES

LA DANZA DE HIJA DE LA LUZ.








Esto sucedió hace muchos, muchos años,cuando en las vastas llanuras el glaciar iniciaba su retirada hacia el Helado Norte. Ya el mamut lanudo abandonaba las planícies, y era sustituido por el alce, el reno, el caribú, el ciervo rojo, el búfalo y gamo; tan dóciles y ajenos a los depredadores humanos, que los cazadores casi podían acariar a sus víctimas antes de sacrificarlas para garantizar la subsiténcia de la Tribu.
Una de las últimas noches de aquella Larga Oscuridad [1], con el gélido aire impregnado con los olores de la próxima Renovación [2], en una pequeña cabaña de adobe, a la luz de una fogata, dos figuras, se encuentran sentadas en el suelo, frente a frente, con las piernas cruzadas, separadas tan sólo por las brillantes llamas.
Una de ellas es una mujer, en realidad por su edad una Venerable Anciana de casi sesenta rotaciones, un verdadero prodigio de longevidad. Su nombre es Hija de la Luz, la Soñadora, la mujer de la Visión, la mujer-chamán, temida y respetada por todos.
El con sus diecisiete años, alto, fornido, con el orgullo propio de los hombres de las praderas inscrito en cada uno de sus gestos y ademanes, luce en su pelo dos grandes plumas de la cola del águila dorada, que lo identifican ante todos como rastreador-guía de cazadores y como guerrero de valor probado. Su nombre es Lobo Negro, pero desde hace unas pocas lunas, los del campamento, empiezan a llamarlo Soñador del Lobo.
Sí, en sus ojos se aprecia una luz inconfundible, él tambien ha recibido ese insidioso don y las primeras arrugas de sufrimiento y reponsabilidad se adivinan bajo sus profundas ojeras.
La ondulante luz del fuego dibuja fugazmente en la oscuridad, los detalles del refugio de Hija de la Luz, mostrando a su resplandor ambarino la multitud de extraños objetos, poderosos que pueblan las repisas, cuelgan del techo, que rebosan por todos los rincones, así como los ominosos dibujos que apenas se intuyen en las paredes.
Fuera, ruge la tempestad. Parece como si la Larga Oscuridad quisiera despedirse y dejar un recuerdo perecedero; el frío viento del norte congela las lágrimas de Oso Alzado antes de que toquen tierra, que llora el triste destino de su hijo más pequeño, que yace muy cerca, víctima de la inanición, del frío, del agotamiento y del mamut, que no se ha dejado ver en las dos últimas lunas.
Dentro un silencio rojo dorado, eriza la nuca de Soñador del Lobo, que con los ojos engrandecidos por el asombro -y tambien por el temor- intenta retener con toda su alma, las incomprensibles palabras que Hija de la Luz va desgranando lentamente, con voz muy suave, casi ininteligible, acompañándolas aquí y allá, de los Antiguos Gestos[3] con las manos.
“Si magia... el mundo está lleno de magia, -iba diciendo la Venerable Anciana- la magia está por todas partes... la magia...No, no le está permitido al hombre mover una roca a distancia, ni volver a la vida a un muerto...hay ciertas reglas que mantienen el Equilibrio... Un Soñador debe hundirse en el sueño, dejar que el mundo lo engulla hasta desaparecer, hasta llegar a no ser, olvidarse del propio existir... Nunca debes permitir que nada te distraiga, o te arrastre en tu sueño, ni que el apego o el temor te detengan o te paralicen...la regla básica de toda magia, así com del sueño, es que sólo hay una única vida que todos somos...”
Las palabras se amontonaban en la memoria de Soñador del Lobo, pero el muchacho no conseguía que adquiriesen el menor significado. Necesitaba cortar el flujo de las innumerables asociaciones que se enrredaban en torno a cada una de las ideas que Hija de la Luz le daba, por eso con voz trémula y entrecortada por la desesperación contenida preguntó: -“Pero Venerable Anciana, si sólo hay una única vida ¿porqué no la siente todo el mundo?
¿Porqué no estamos siempre en contacto con ella?
“-Distracción...demasiada distracción...La gente anda todo el dia atareada, de aquí para allá, ocupados en las cosas...los pensamientos interfieren, las personas bloquean sus mentes al sueño, no creen, se cierran a la Voz del Uno”, mientras pronunciaba esas palabras, sus ojos permanecian fijos escrutadoramente en los de Soñador del Lobo, evaluando si el muchacho la comprendía o no. Con sus manos enjutas y huesudas, Hija de la Luz alisó un trozo del suelo de tierra de delante suyo, y con un palito puntiagudo hizo una incisión en el centro del rectángulo que había creado, y continuó: “Si se escucharan a sí mismos, podrían oirlo. Pero para llegar a ser libres para escuchar, antes hay que derribar los muros en que cada uno ha encerrado a su propia mente”.
“¿Por eso has vivido aquí tú sóla estos años, alejada de todos, permitiéndoles creer que eras una bruja loca; para poder dedicarte por entero a soñar?”. En los ojos de Soñador del Lobo había ahora un gran dolor. Intuía con certeza que mucho sería lo que debería dejar atrás, incluída a Zorra Danzarina, con quien compartía algo más que tímidas y rápidas miradas. “¿Quieres decir -preguntó- que si quiero llegar a ser un Soñador debo abandonarlo todo? ¿a todos?”.
“¡Lo único que debes hacer es liberarte!”-Respondió Hija de la Luz con voz firme, mientras que su fría y penetrante mirada hizo caer los ojos de Soñador del Lobo hasta el suelo. -“Pero todas las cosas tienen sus ciclos, son seguidas las unas de las otras y así sucesivamente”... -y añadió nuevamente en voz tan baja que era casi un susurro-: “El mamut come la hierba tras apartar la capa de hielo con sus inmensos colmillos. Después deja el estiercol que contiene las semillas; el viento las reparte, nuevas plantas alimentarán al mamut en su viaje. Cada montaña, cada valle, los rios y el desierto, el viento que ondula la superficie del estanque, cada reluciente hoja de pino, cada neblina en los bosques umbríos, el animal y el hombre, participan todos de la misma vida...El hombre no ha tejido la tela de la vida; no es más que una de las hebras. Lo que le ocurra a la tierra le ocurre al hijo de la tierra, porque las cosas dependen las unas de las otras. Si todas las bestias desaparecieran, el hombre moriría de una gran soledad de alma. Todas las cosas están enlazadas y siguen el ritmo siempre cambiante de la Gran Danza”.
La Vidente interrumpió de pronto el murmullo, observó resignadamente el gesto de atónita sorpresa en el rostro del jóven; después como si aceptara un gran peso sobre sus espaladas continuó: “Los cazadores lo saben; la Tribu lo sabe, pero no se dan cuenta de la verdad contenida en ese saber... Todo está unido... siempre...”


Hija de la Luz hizo una larga pausa.

Cuando Soñador del Lobo se disponía a hacer una nueva pregunta, reemprendió su enigmática charla: -“Primero un aspirante a Soñador debe aprender a caminar... después aprende a danzar...luego se aprende a detener la danza para mirar al danzarín...La Unica Vida no es más que una danza y hay que sentir sus movimientos para poder comprenderla”.
Con su punzón Hija de la Luz dibujó una espiral de tres brazos en torno a la oquedad inicial.
“¿Me enseñarás?”. Preguntó de nuevo Soñador del Lobo, mientras sentía en su garganta la sequedad que le producía la tremenda responsabilidad y el compromiso que acababa de adquirir con sus palabras.
“¿Estás dispuesto a aprender?” Respondió Hija de la Luz, irguiéndose con agilidad sorprendente, cogió fuertemente el brazo de Soñador del Lobo y lo hizo cambiar de posición, hasta orientarlo exactamente en la dirección del sol naciente. -“Ahora, lo único que debes hacer es aquietar tu mente, encontrar el Silencio que se encuentra bajo todos los sonidos”.
“El Silencio que se encuentra bajo todos los sonidos, ¡que cosas dices!, no me extraña que en la Tribu todos crean que estás loca”, dijo el muchacho, aún enojado consigo mismo, por la facilidad con que la anciana lo había desplazado.
“Todo es lo mismo... Todo es nada...”- Siguió diciendo Hija de la Luz, cortando con un gesto airado cualquier intento de Soñador del Lobo por interrumpir de nuevo: -“Borra de tu mente todo pensamiento, no dejes ni una sola imagen, no prestes atención a una sóla palabra”. Con una mirada llena de ironía prosiguió: -“Tienes que perder la cabeza, quedarte vacío antes de llenarte...”
“Es fácil” pensó para sí Soñador del Lobo, y se dipuso a seguir fielmente las instrucciones de Hija de la Luz, cosa que consigió...durante los primeros doce latidos de su corazón... luego las palabras empezaron a reptar entre sus pensamientos,...escenas de recuerdos insospechados salían a la luz desde las profundidades de su memoria; retazos de la conversación con Hija de la Luz rezumaban de la nada, o se fundían con el amado rostro de Zorra Danzarina sonriente a la luz del sol. Más adelante el chisporroteo del fuego, el aullido del viento en el exterior, la incomodidad de las pequeñas piedras que ostinadamente se clavaban en sus posaderas lo distrajeron. De repente la incomodidad se apoderó de él, empezó a sentir frío, autocompasión; le embargó la profunda convicción de que se encontraba perdiendo el tiempo, allí sentado sin hacer nada, en medio de cientos de cachibaches inútiles y terribles, en compañía de una vieja loca que ni siquiera le hacía caso -Hija de la Luz se encontraba a su lado con los ojos cerrados, inmóvil, como dormida-, mientras la Tribu hacía los preparativos para intentar sobrevivir una noche más en la Larga Oscuridad...
No podía agarrarse a nada... Por entre los párpados semiabiertos empezaba a colarse un resplandor rojizo. Sin darse cuenta se encontró mirando los objetos que se apelotonaban, aparentemente sin orden, en las estanterías. Justo ante él descubrió con aprehensión las vacías órbitas de una calavera humana, que parecía mirarle directamente. Se perdió en la multitud de pensamientos inconexos, y su mente reemprendió el habitual parloteo consigo mismo...
La luz de las llamas fué disminuyendo lentamente; el frío era cada vez más intenso, la inacción y el silencio se convirtieron en una pesada losa sobre el corazón de Soñador del Lobo que, a estas alturas, se sentía francamente mal.
Al cabo de lo que consideró un tiempo horriblemente largo, la pausada respiración de Hija de la Luz, acabó por inducirle la sensación de sueño, y sin poder evitarlo se dió cuenta de que se dormiría...


“¡Vaya soñador estás tú hecho!” El grito de Hija de la Luz lo sacudió tanto como el vigoroso brazo que lo zarandeaba, mientras que por las circunvalaciones de su cerebro se disipaban los sedosos filamentos del sueño. -“Has de tener siempre presente que el único enemigo serás siempre tu mismo. Anda, ahora vete. Vuelve con la Tribu. Si decides dejar de comportarte como un crío y asumir lo que ya eres, regresarás... pero no antes...”
Pasaron varios dias sin que Soñador se acercase por el refugio de Hija de la Luz. Siempre encontraba alguna escusa que le obligaba a posponer su vuelta, un rastro prometedor, los preparativos de una futura cacería, una reunión con los demás jóvenes para recordar la última batalla con los Otros, o unos pocos instantes junto a Zorra Danzarina.
Cuando no pudo acallar su propia´consciencia, se encaminó decidido hacia la cabaña de Hija de la Luz, quien nada más entrar él, inició un monótono canto: ¡Wakan-Tanka, hay ye!¡Wakan-Tanka, hay ye! ¡Wakan-Tanka, hay ye! (Gran espíritu escuchanos, Gran espíritu escuchanos). En la semioscuridad Soñador del Lobo creyó que Hija de la Luz tenía los ojos cerrados, en tanto que su rostro reflejaba una gran paz y serenidad. El canto continuó ininterrumpidamente durante un periodo de tiempo bastante largo: “¡Wakan-tanka, hay ye!”, “¡Wakan-tanka, hay ye!”.
En un determinado instante, la enjuta y huesuda mano de Hija de la Luz se dirigió directamente hacia el pequeño hogar. Los negros carbones rodeados de anillos rojizo-azulados oscilaron y chisporrotearon cuando con la punta de los dedos, Hija de1 la Luz, fué avanzando hacia el incandescente corazón del fuego hasta coger uno de los carbones totalmente encendido que al recibir más oxígeno llameó brillantemente. Hija de la Luz cerró apretadamente el puño a su alrededor. A continuación llevó la incandescente ascua hacia su cara, se la pasó lentamente por la frente y por ambas mejillas, finalmente la introdujo en su boca, mordisqueándola notoriamente.
Al cabo de bastantes latidos de su corazón, Soñador del Lobo, vió como Hija de la Luz sacaba el ascua de su boca, procediendo a colocarla con gran parsimonia exactamente en su lugar, dejando el montoncito de carbones tal y como estaba, sólo que ahora, las llamitas iluminaban algo más el refugio de la soñadora.
El jóven estuvo un buen rato absolutamente paralizado por la sorpresa y el terror, cuando por fín pudo reaccionar, cogió apresuradamente las manos de Hija de la Luz, las observó detenidamente esperando ver las profundas huellas de quemaduras, pero no vió absolutamente nada, ni el más pequeño asomo de irritación, tocó los labios de la anciana, y la frente, y un temblor convulsivo le recorrió todo el cuerpo.
Apunto estuvo de salir corriendo de allí, pero haciendo acopio de todo su valor pudo preguntar con un hilillo de voz: -“¡¿Cómo lo has hecho?!”.
“He danzado con las ascuas” le contestó Hija de la Luz con una sonrisa.
“!¿Con éllas?!” replicó Soñador señalando con el índice a la fogata.
“Sí, con ellas... con ellas en lugar de contra ellas. Tras la danza de las ascuas, está la Unica Danza...” Dirigiendo una divertida mirada hacia el desorientado muchacho añadió: “Por un momento me he metido en los mocasines del Uno”.
“¿Cómo?” insistió algo recuperado.
“Abandoné mi propia danza...Si pierdes la cabeza... eso quiere decir que no te queda personalidad para interferir en la Danza...perder la cabeza te hace libre para detener tu propia danza y moverte con la Unica Danza... No, no me pidas que te lo explique con más palabras, no se puede comprender nada del mundo del sueño en su totalidad hasta que lo has experimentado, visto el otro lado... Piérdete en la canción... puedes acompañarte con un tambor, o con cualquier otra cosa, pero ¡libérate!...Muévete con los sonidos...Sueña para alejar el mundo...eso a lo que llamamos mundo no existe...sólo existe la perpetua Danza...Si consigues encontrar la nada, el agujero de vacío que hay en tú interior, entonces también tú podrás tocar el fuego sin quemarte...y llegar al Sueño Ultimo... soñar mientras permaneces suspendido sobre la muerte... y tu cuerpo se te revela a través de Todo...”

Soñador del Lobo se concentró en los latidos de su propio corazón, mientras le llegaban como desde otro mundo, las palabras que varias lunas atrás le habia dirigido Hija de la Luz, “¡Danza!¡Busca sin descanso más allá de tí mismo!...Pierde la cabeza...Conviértete en Todo y en Nada. Recuerda que tú único enemigo serás tú mismo”.
Sacudió violentamente la cabeza para aclarar la niebla de autocompasión que empezaba a formarse en su mente. Inició su canto, acompañándolo con el reiterativo ritmo del tambor de piel de Lobo que Hija de la Luz le regaló cuando tuvieron que partir. “¡Wakan-Tanka, hay ye!¡Wakan-Tanka, hay ye!”... Cantando...cantando... el tiempo fué pasando y el canto se filtró por cada rincón de su mente, de su cuerpo, hasta que dejó de oir el sonido cadencioso de su propia voz, y el grave retumbar del tambor...El canto se convirtió en Sueño...El Uno lo atraía poderosa e irresistiblemente.
Una vez absorvido por el flujo de su danza mental, ya no era necesaria la canción, ni el tambor, ya no podía detener los movimientos que lo poseían...y danzó...danzó sin peso en un océano de luz...el tiempo se desvaneció en un eterno ahora, en el que nunca habían existido Soñador del Lobo, ni Hija de la Luz, ni siquiera Zorra Danzarina. Tan sólo existía un único momento de conciencia presente... y entonces...la Danza se detuvo...Se fundió en el resplandor como una gota de lluvia en el mar...No existía más que luz...pero al cabo, la luz estalló, con una explosión gigantesca pero silenciosa, y barrió con su fuerza el universo entero, como una enorme ola que se extendía, extendía y extendía, conquistando las tinieblas.
Más allá de los movimientos de la Danza estaba el Danzarín...Y más allá del Danzarín estaba la esencia de Todo lo que existía: la Unica Voz, el Uno.
Así fué como Lobo Negro se convirtió en el Soñador del Lobo, el más grande de los chamanes de su tiempo. Conduciría durante décadas a la Tribu con sus sueños, visiones y sabios consejos.
Se alegró sinceramente cuando Zorra Danzarina se desposó con un hombre bueno y justo, desempeñando un papel predominante y benefactor en las reuniones del Consejo de la Tribu. Logró que los hombres olvidaran que hubo un tiempo en que el helado llanto de Oso Alzado había sido compartido por todos. Incluso al final de su vida, consiguió que la Tribu estableciera lazos de parentesco con los Otros y los guerreros, pudieron dedicarse a suministrar más alimento para el Clan que llegó a tener más de seiscientas tipis alrededor de Soñador del Lobo.
Y, ¡Como no!, llegó a conocer y ampliar los secretos que Hija de la luz le había enseñado; y sabía, como lo supo la misma Venerable Anciana, que todo se resumía a aceptar que no había ningún danzarín, que nunca lo había habido, que sólo había la Danza, la eternamente cambiante danza del Uno.
[1] En aquellos tiempos inmediatamente posteriores a la última glaciación, la estación invernal solía durar cinco o seis meses, por otra parte, las espesas nubes cargadas de nieve oscurecían el cielo prácticamente durante toda la estación, de ahí que en las tradiciones de muchos de los pueblos nativos del Norte, Larga Oscuridad era el nombre de lo que nosotros denominamos invierno.
[2] Renovación era el nombre de la estación siguiente, la primavera, en la que evidentemente se renovaba la vida.
[3] El lenguaje gestual, sigue manteniendo en nuestros días un significado profundo a menudo, reservado para las grandes ceremonias de tipo religioso o sagrado, pensar por ejemplo en los gestos rituales de los sacerdotes de todas las religiones.




GIOVANNA TORNABUONNI












La piazza de la Signoria se habia quedado desierta y en la oscuridad... Por las callejuelas aledañas, unos pocos y retrasados caminantes se dirigían hacia sus respectivos domicilios, haciendo resonar sus apresurados pasos sobre las viejas piedras, cargadas de recuerdos de glorias pasadas, y por supuesto, de Belleza.
Con el cuerpo terriblemente cansado, trás las largísimas veintitantas horas ininterrumpidas de autobús, pero con la mente ávida de curiosidad, me arrastraba, casi sin fuerzas, por el paseo Lugarno Acciaioli incapaz de detenerme, de retirarme y dirigirme al camping. ¡Al fín y al cabo, sólo era mi primer dia en la ciudad! Pero una inexplicable compulsión interior, me empujaba hacia adelante..., hacia adelante.




A mi izquierda resbalaba serenamente el Arno, el Fiume, como lo llaman por aquí, que fuera hace ya muchos siglos el núcleo y eje, en torno al que se edificara la portentosa y aún desconocida, nación etrusca, una de las parteras de Roma; mientras que a mano derecha, los palacios, iglesias y edificios de esta maravillosa y querida ciudad de Firenze, se sucedían sin interrupción, hablándome de pasados poderes, de otros tiempos y de otros hombres, que yacen olvidados, desde hace mucho, en los más profundos archivos de la memoria humana, a pesar de la inmensa importáncia que para todos nosotros tuvieron.
La bella arquitectura vasariana que acoje los Ufizzi, habia quedado atrás, como el Ponte Vecchio, poblado en mi imaginación de mercados medievales, de joyeros de las Mil y Una Noches, que desde siempre se nutren del otro rio, el de los extranjeros, que a diferencia del verdadero, no para de crecer año tras año. Patria de orfebres inigualables, como el mismísimo Cellini, en el corazón de una ciudad que mide el número de sus grandes artistas por centenas, y que atesora genios como Torricelli, Galileo, Leonardo da Vinci, Michelangelo, Médicis, a docenas, pero tambien, de la gran lección de humanidad, del tipísmo de las “cuatro mozas gitanas” ejerciendo el viejo arte de desposeer, a los que ilusamente, piensan que entre tanta maravilla no cabe el mal, ¡como si la serpiente no se hubiese criado en el mismísimo Paraíso Terrenal!.





Frente a mí, recortándose como una sombra más oscura entre las sombras, la ágil silueta del Puente de la Santísima Trinidad, sin lugar a dudas, una de las obras de ingenieria más bellas que se puden ver en todo el mundo; se intuye la mano del “divino” Miguel Angel en la concepción esencial, que su discípulo Ammanati, supo y pudo llevar a buen término. Sí, se trata del mismo autor del misterioso “jardin de los monstruos” de la villa “Bomarzo”, situada a una distáncia equidistante entre Florencia y Roma, donde se vivió, con particular dramatismo, la tragedia de la familia Orsini de vieja estirpe patricia, incapaz de adaptarse a los nuevos tiempos, símbolo de la transición entre la Edad Media y el Renacimiento, uno de cuyos miembros, Clarisa, fué entregada en matrimonio a los poderosos Médicis, aristócratas y banqueros, en un intento desesperado e infructuoso de permanecer en la cresta de la ola.
Allí, en la villa de Bomarzo, entre runas, símbolos cabalistas, restos de viejas fragáncias alquímicas, templos dedicados a extraños, antiguos y poderosos dioses, se dió la muerte de un mundo y el nacimiento de otro.
Aquí, en el Puente de la Santísima Trinidad, Amanatti, supo poner sus conocimientos, al servicio de la comunidad de forma práctica sin olvidar las exigencias estéticas, uniendo las dos partes de la ciudad, las dos orillas...





Con la mirada identificaba la oscura mancha del campanario de la iglesia de Santo Espíritu. Mis pies pisaban ya las primeras baldosas del puente. De repente, por un instante apenas perceptible, como en un fogonazo, un efecto luminoso me deslumbró por completo -algún coche en el lejano paseo, el cristal de alguna ventana-.
Cuando en mi memoria recreo aquel preciso instante, me parece recordar -ha pesar de tener todo mi ser apresado en aquel destello-, que ví el puente a plena luz, como si fuera un dia por la mañana. Una inusitada, colorista y abigarrada multitud se agitaba de un lado a otro. Algunas de las figuras llevaban a cuestas los más increíbles cachibaches, otros en cambio iban subidos en carros, o a lomos de pollinos, mulas, incluso me pareció reconocer unos pocos caballos -aunque no estoy muy seguro-. La actividad y el movimiento dominaban la escena, cuando quise, o pude reacionar, después de pestañear nerviosamente un par de veces, lo he vuelto a ver, tal y como mi mente racional esperaba verlo de nuevo, de noche y solitario.
Me dije que seguramente debía estar bastante cansado. Tal vez, había llegado el momento de volverse atrás, de regresar hacia el paseo, y tomar el autobús que me llevaría hacia el Bungalow del camping, pero mis pies, se niegan a ponerse bajo el control de mi voluntad. Lo cierto es que durante todo el dia, mejor dicho, desde que llegamos a la ciudad, me ha acompañando una extraña y opresiva sensación de “dejà vu”, como si la ciudad me fuera familiar, conocida, como si ya hubiera estado anteriormente en ella. Me he pasado todo el santo dia a punto de recordar no se qué, como aquella palabra que tienes en la punta de la lengua y que se resiste, obstinadamente, a ser pronunciada. Era un estado de alerta especial, como si trás la primera puerta, o en la próxima esquina, o en aquella ventana de allí arriba, fuese a surgir una sorpresa, un “algo” que no sé definir, pero que daba la sensación de ser amenazador. Esta peculiar “manifestación de la memoria” creo?- ha sido fuerte en el interior de los Ufizzi, y concretamente ante algunas de las obras de Botticelli y las de ese otro pintor, Ghirlandaio, según pude leer en algun panel informativo. Se repitieron con notoria intensidad más tarde, en la Capilla Tornabuoni de Santa Maria Novella.



Mientras miraba “las historias de la vida de San Juan”, llegué a pensar que no podria seguir explicando lo que me interesaba que les quedara claro a los chavales del “insti” que me acompañaron. Pero todas estas sensaciones, palidecen si las comparo a lo sucedido hace unos momentos. Mis tambaleantes pies, siguen avanzando impulsados por una voluntad a la que no puedo denominar mía, mientras una de mis manos se desliza por la gruesa losa de granito que forma la baranda del puente, dirigiéndome como un autómata hacia su centro... Desde allí, si mi estado anímico hubiera sido otro, podría decirse que la vista es preciosa, exótica, como si se trataras de una de esas postales de propaganda que casi mejoran el original...
La misma ominosa sensación, pero brutalmente acentuada, me obliga a dirigir la mirada hasta uno de los pilares, que tienen en su parte superior, una relativamente amplia, superfície plana. Una hasta ahora invisible neblina o, algún nuevo y desconocido efecto óptico, parece hacerla brillar con tonos iridiscentes como las plumas de la cola de un pavo real. Pasando por encima del muro, me dispongo a bajar hasta aquella. No parece en absoluto difícil, a pesar de la insuficiente luz y del estado emocional en que me encuentro, pero cuando mi pierna derecha se levanta para sobrepasar la baranda, siento un ligero escalofrío que eriza los pelos de mi nuca. Sin saber porqué, acuden a mi mente pensamientos de lo más absurdo, tal vez no sea demasiado correcto, quizás no debiera hacerlo, ¡pero vaya!, al fin y al cabo, sólo soy un turista más, no tengo intención ni de suicidarme, ni de hacer una gamberrada. Una voz interior me indica con firmeza que a pesar del pánico y aunque quisiera, no podria evitarlo, “algo” me está sucediendo, mejor dicho, hace ya mucho tiempo que no hago más que seguir impulsos irracionales.
Consigo instalarme lo más comodamente posible, recostándome contra el amplio muro del pilar. A cada lado, la corriente del rio transcurre lenta y silenciosa, produciendo aquí y allá, destellos que recuerdan en sus variadas formas, la escritura de un lenguaje imposible.
Con movimientos compulsivos, consigo sacar de la bolsa, el manoseado ejemplar del Hyperion de Holderlin, más por rutina que por otra cosa. ¡Como si con un gesto tan cotidiano pudiese contener el inicio de locura que me posee!. Además, puede que sea ya demasiado tarde, con tan poca luz, no creo que pudiera leer nada en absoluto.
En mi mente, como una multitud de abejas locas, revolotean incesantemente mil nombres: Leonardo, Rafael, Masaccio, Fray Angélico, Miguel Angel, etc., cientos de imágenes: la cúpula del Duomo, las puertas del Baptisterio, la Capella Pazzi, Santa Maria Novella... pero hay un nombre que se repite por encima de los demás y que de la misma manera como las olas golpean el acantilado hasta conseguir reducirlo a polvo, así ese nombre va derrumbando las puertas de mi razón, y todo mi ser lo repite una y otra vez, como si de un encantamiento, o de un mantram se tratara: ...Giovanna... Giovanna... Giovanna...




En un desesperado esfuerzo trato de apartar a todos estos fantasmas de mi mente. No consigo concentrarme en las páginas del libro. No logro distinguir las letras, ni las palabras. Mis ojos se empeñan en hacerme ver las imágenes que se proyectan en mis pantallas interiores, negándose a vislumbrar aquello que obstinadamente, situo delante suyo.
Tratando de tranquilizarme, me decido a respirar profunda y diafragmáticamente por ocho veces -al estilo preconizado entre otros por Fernando Sanchez Dragó-, a continuación, me dispongo a dejarme poseer únicamente por la “romántica” -intuía- atmósfera del momento. Aunque parezca mentira, a los pocos segundos una tranquilidad completa se apodera de mi cuerpo y de mi mente. Por vez primera en todo el dia me siento libre de la extraña sensación que me poseia. Me pregunto aliviado como es posible que sucedan esas cosas tan raras. Afortunadamente no soy de los que se dejan llevar demasiado por la fantasia, ni por la histeria dicho sea de paso; tal vez, como bien dicen los que me conocen a fondo, simplemente me debe de faltar un tornillo.
Por fín puedo dirigir una mirada a lo que me rodea, delante el Puente Vecchio... a ambos lados escucho el murmullo del agua, y de las lejanas farolas del paseo, me llega un ligero resplandor que me permite distinguir los objetos en un juego de luces y sombras. Sobre mi cabeza, el cielo de un verde oscuro con algunas tintileantes estrellas, la fría y dura piedra en las palmas de las manos y bajo las posaderas...y aunque me cueste reconocerlo, en lo mas profundo de mi ser, un sordo y creciente desasosiego.
Al cabo de unos momentos, de la inmensa bóveda celeste parece descender una calma como religiosa, una majestad abrumadora que lentamente, va penetrando en mi alma. Por unos preciosos instantes tuve la maravillosa sensación de quedar totalmente vacío, sólo tenía consciencia de mi mismo, como flotando ingrávido en el espacio exterior, rodeado por el difuso resplandor de los astros esparcidos como polvo de plata sobre terciopelo negro.
¿Cuanto duró la ensoñación?. Entonces no lo pude saber.quizás unos pocos instantes, quizás varios minutos, tal vez más. De repente, fuí consciente de que algo no iba bien. Como en una película de efectos especiales, alguien, habia retirado el mantel nocturno, sin tirar los platos ni las copas de encima de la mesa; las estrellas se replegaron sobre si mismas a gran velocidad y al instante siguiente había demasiada luz, como si, por arte de magia, el sol oculto hasta entonces, hubiera sido colocado en lo alto del firmamento; además -y éste descubrimiento me llenó de terror-, no estaba sólo, unos extraños personajes, venidos de Dios sabe dónde, me rodeaban. Un terror frío me recorrió la espalda, erizándo los pelos de mi nuca, dejándome sin respiración... Paralizado, sin poder emitir ni un grito y mucho menos salir corriendo, no tuve más remedio que atender a lo que sucedía a mi alrededor.
No percibí ninguna amenaza física inmediata, ni hostilidad, ni siquiera sorpresa, tal vez fuera más exacto decir que mis acompañantes no tuvieron ninguna reacción. Parecía que se encontraban en medio de una conversación, dispuestos relajadamente en círculo. Se trataba de tres muchachas y un jóven, resultaba evidente, por las posiciones relativas de las figuras, que el lugar que yo ocupaba era el que correspondía al quinto contertulio.




Iban ataviados con extrañas vestimentas. Amplios y largos vestidos ceñidos en la cintura, dos de entre ellas iban tocadas con un velo cubriéndoles la cabeza. El jóven vestía calzas, pelliza y un puntiagudo sombrero de ancha ala con una larga pluma de color azul. A primera vista me dieron la impresión de ser una troupe de artistas descansando, una especie de comediantes, quizás una tuna o algo así; pensándolo un poco más, tal vez fuera un grupo que iba a un baile de disfraces...pero un presentimiento extraño me decía que no, tenian un aire de naturalidad tan grande, se veían tan acostumbrados a sus extraños vestidos.




No pude evitar dirigir una mirada hacia mi mismo.
El reconocimiento me sobresaltó, aunque una milésima de segundo antes de ver mi propia ropa, supe con absoluta certeza, que los tejanos, el suèter y las bambas se habian transformado en calzas, casaca y borceguíes de semejantes características, sin embargo mi sombrero -afortunadamente-no iba emplumado.



Como una ola gigantesca, me acometió el intenso deseo de romper a reir, pero el dique del recuerdo de lo terrorífico de mi situación, lo contuvo. Sin lugar a dudas, estaba sufriendo alucinaciones, y puedo afirmar que, por primera vez en toda mi vida, se debian exclusivamente a arte de mágia... Una desconocida fuerza interna, mas poderosa que la del terror, me obligaba a permanecer allí sentado. Independientemente de lo que fuera a acontecer no tenia otra opción que la de aguardar, recuperar algo del dominio de mí mismo y salir corriendo.
Me dediqué a observar detenidamente a mis sorprendentes compañeros. En aquel momento permanecían en silencio, sin lugar a dudas, debían de encontrarse en una especie de paréntesis, como cuando decimos que “ha pasado un ángel”, pues en sus semblantes predominaba una expresión de serena nostalgia. Hasta entonces, habia estado demasiado ocupado en mi mismo, como para darme cuenta de la singular belleza de sus rostros, de la elegante proporción y galanura de sus cuerpos e indumentarias, de la harmonia de sus gestos y de la exquisitez de los colores de sus telas.
El grupo debia formar una bella composición, dada la perfecta distribución en círculo sobre la superfície trapezoidal de la pilastra del puente.
Me parecia reconocer a algunos de los personajes que había visto a lo largo del dia. Diríase que se habían escapado de los cuadros , para reunirse conmigo en este preciso aqui y ahora, para disfrutar de la más normal de las conversaciones. Eso sí, dando un pequeño salto de más de cuatrocientos años por el espacio-tiempo, directamente de la fantasia del autor, hasta mi realidad, mi presente... Aunque pensándolo mejor, lo más probable era que, a causa de un fenómeno igualmente inexplicable e incomprensible, yo mismo me hubiese trasladado hasta aquel remoto pasado. ¡Oh, estúpido de mi!, como no me había dado cuenta antes. Sin duda me habia quedado dormido y lo que pasaba simplemente era que estaba soñando, ¡vamos, despierta! -me dije, en dos o tres ocasiones-. Pero... era todo tan real... Aunque lo intentaba no conseguía despertar, o por lo menos, mi mente se reconocía tan despierta como siempre, ya pesar de sentir un poco extraños los miembros, y de que la visión no era del todo nítida, como si los ojos a través de los que estaba viendo tuviesen algo de estigmatismo, o vista cansada, lo cierto era que la incomodidad que me acompañaba durante todo el dia había desaparecido casi completamente; sise trataba de un sueño ¡ya despertaria!. Si por el contrario estaba despierto, nada me impedía continuar allí sentado un poco más...dejarme arrastrar por el hechizo...







Como la mayoria, me he pasado toda la vida esperando vivir una experiencia extraordinária, ver un ovni, asistir a la materialización de un protoplasma, o cualquiera otra vivencia que verdaderamente, me diera la certeza de que el hombre, la Humanidad, somos algo más que simples combinaciones de elementos químicos, enlaces, electrones, etc. de que esa amalgama, esa “república de células”, es algo mas que la suma de las partes, y no, como se empeñan repetidamente en demostrarnos ciertos científicos, unos simples organismos psíquico-fisicos; aguardando una prueba palpable, evidente, de que existen otras dimensiones, no tan materiales, digamos más espirituales, en las que tal vez, se encuentren las respuestas a las numerosas preguntas que nos venimos haciendo desde la mas remota noche de los tiempos.
Y, cuando lo extraordinario y lo sobrenatural se presentan ante mí ... ¿Voy a dejarme arrastrar por el miedo?. ¿Voy a actuar como un niño asustado que sólo piensa en salir corriendo, a refugiarse en los brazos de su madre? ¿O deberia decir de la comodidad y de la rutina?. ¿De que material estamos hechos? ¿De chiclé?.



II


Si el denso silencio hubiese durado tres o cuatro latidos de corazón más, no hubiera habido fuerza en el mundo capaz de hacerme aguantar ni un segundo más allí, pero justo cuando mis piernas iniciaban el movimiento para enderezar mi cuerpo, de entre las muchachas del grupo se levantó una voz ténue, cristalina, que en voz baja decia: “Hemos tenido los ojos cerrados para la inmensidad durante tanto tiempo que hoy nos es imposible comprenderla...







Nos han enseñado un origen del mundo mezquino y rudimentario, no muy diferente del que imaginaron unos hombres sencillos, hace miles de años, allí en Palestina y que escrito en un libro, ha perdurado con ligerísimas variaciones hasta nuestros dias. En ocasiones, valiéndose de la ignoráncia de los más. A veces, sencillamente por el peso de la costumbre, o acallando por la fuerza, las pocas voces discordantes que en todo momento se han ido alzando, intentando corregir los errores de aquellos que en su simpleza, confundieron, la forma con el fondo, viendo hechos concretos allí donde su ceguera -o sus propios intereses- les impedia intuir un significado más profundo.” -Quien hablaba era una jóven de singular belleza, de mediana altura, cabello rojizo recogido por delante y en la nuca en un complicado peinado, adornado por una preciosa cinta muy fina de seda carmesí, y que le caía suelto por los lados en cortos rizos, enmarcando su hermoso rostro, en el que destacaban unos ojos de color miel un poco oscura, de mirada despierta e inteligente y una boca de labios frescos, delicados. Permanecía sentada, con las piernas recogidas hacia un costado, con el tronco erguido. Las manos finas y elegantes, sostenían un libro sobre su regazo - de Pico Della Mirandola me pareció ver-. Las uñas recortadas, daban a entender que no permanecia ociosa. LLevaba un largo vestido de seda y brocado del color del azafrán, con mangas deliciosamente bordadas. Un bello colgante de pedreria, con un rubí y tres perlas con forma de lágrimas, descendia de su cuello descansando sobre su busto, emitiendo de tanto en tanto, brillantes e ígneos destellos. Se trataba sin duda de una jóven aristocrática, quizás del tipo de nobleza burguesa y guerrera que tanto abundó en el pasado, en esta ciudad.


“No -continuó la jóven-, no estoy renunciando a la religión de Cristo, sólo afirmo que la Iglesia se ha apartado del mensaje de aquel que decidió morir en la cruz, por afirmar que todos somos los hijos del Dios del Amor. Que aquellos que la dirigen rodeados de oropel, riqueza y poder, no son muy diferentes a los reyezuelos y tiranos que gobiernan gran parte de las naciones de la tierra, a quienes las cosas del espíritu les interesan mucho menos que los bienes de este mundo. Realizan hazañas militares que los césares envidiarian, arrasan poblaciones enteras porel simple hecho de haber osado oponerse a su voluntad o a su señorio, condenan a la miseria, o a la cárcel de por vida a quienes no pueden pagar los desorbitados diezmos y no dudan en enviar a la hoguera, a aquellos que con el peso de la ciencia en la mano, intentan hacerles ver lo evidente. Me siento tan cristiana como el mejor de los cardenales, icluido alguno de mis familiares, o de los que gobiernan esta ciudad -acompañó estas palabras con un gesto de inteligencia que yo no pude interpretar-, pero mi razón, me indica bien a las claras, que ese Dios personal, ese Juez, vengativo y cruel con el que nos intimidan, tan semejante a nosotros en su forma y bajas pasiones, no es más que una patraña, una ignomínia que sólo encubre su propia falta de fe, su incredulidad. Lo siento, pero no puedo creer en “eso”. Mi conciencia no me lo permite. Aunque deba confesaros que en otros tiempos, le rezé hasta desfallecer, y deseé creer con toda mi alma, en ese extraño y gigantesco artesano medio loco, que trabaja seis dias, creando la luz el primero de ellos, y que al cuarto crea el sol y las estrellas...¿Pero no os dais cuenta?...¿De donde salía la luz, si aún no se había creado el sol?...¿Es que existe alguna distinción entre la una y lo otro?... Parece imposible que hayamos podido aceptar tales absurdidades durante siglos y más siglos...”
El resto del grupo, las otras dos muchachas, el jóven, y yo mismo, nos encontrábamos moviendo la cabeza en señal de asentimiento. El absurdo nos parecía evidente...
“Si de veras quereis penetrar en el cielo -añadió- debeis despojaros primero del concepto humano de distancia...”Desde lo alto del Campanile, nuestra vista nos hace considerar como alturas que dan vértigo unas pocas decenas de metros, pero lo cierto es que la misma altura de los nevados picos de los Apeninos Toscanos, valen tan poco para el infinito, como la indecisión de una hormiga sobre un guijarro del que no sabe como descender...El hombre todo lo mide por su talla, y las distancias las concibe según el alcance de sus ojos... Este puente, el trozo de rio a nuestros pies, la ciudad entera nos parecen grandes o gigantescos porque entre estas inmensas moles nos sentimos como hormigas, y sin embargo la mismísima cúpula del Duomo, vista desde la plaza Michelangelo nos resulta pequeña, y si pudiese ser vista aún desde más lejos, seria poco más que una insignificancia, y seria menos aún si la comparásemos con la Toscana entera, con la Península, o con la totalidad de Europa, menos que un grano de arena..., y con la tierra entera, menos que un átomo... nada...” Recorrió con la mirada uno por uno a los otros jóvenes, como esperando ver un signo de comprensión por su parte. Al llegar al lugar en dónde yo me encontraba, sus ojos se posaron fijamente en los mios, desprendían una luz diáfana que trasmitía una inmediata sensación de paz y sosiego sobre todo lo que se posaba, por mi parte me sentía incapaz de salir de mi estado de asombro, y nada pude responder.
Al poco rato, continuó, en un tono de voz aún máscautivador: “Nuestra vista es corta, nuestros sentidos muy pobres. En nuestra miopía todo lo medimos por codos, por palmos, por brazas o por pulgadas. Sí, tendríamos que hacer un enorme esfuerzo con la imaginación para abarcar, para entender el infinito...y aún así... cuando creemos que estamos a punto de conseguirlo se nos escapa, una y otra vez... de manera que acabamos por hablar de él, como si fuera una expresión sin sentido...¿Cómo podría haceros entender que éste mundo es inmenso y misterioso?... ¿Cómo puedo haceros comprender que hay muchas más cosas que las que podemos ver con nuestros sentidos, tocar con nuestras propias manos?...Por increíble que pueda pareceros, todo en él gira y se mueve a gran velocidad, de acuerdo con unas leyes concretas que deben cumplirse inexorablemente. La Tierra es como una enorme bola de piedra que no ocupa un lugar central, ni principal en el universo -a pesar de lo que digan los sacerdotes-, y que atada por una fuerza inimaginable gira alrededor de esa estrella -otra bola, pero incandescente y brillante- a la que llamamos Sol, tan deprisa que si se detuviera, aunque sólo fuera por un instante en su loca rotación, todos los edificios, los árboles, los océanos y las montañas mismas saldrían despedidas hacia las alturas, destruyendo en unos pocos momentos todo lo que ha sido, todo lo que es, sobre su superfície... ¿No creereis como hacian nuestros abuelos, que la Tierra está inmóvil y que es plana?. O, ¿Que el cielo es una especie de cúpula de cristal donde Dios hincó las estrellas como clavos y por la que pasea al Sol y a la Luna, sólo para iluminarnos de día y de noche?. “No, todo es mucho más complicado... -su voz se hizo casi imperceptible, cerró los ojos y como si repitiera una oración procedente del fondo del corazón, continuó diciendo: “Todo proviene de una causa generadora de múltiples efectos, y todo a su vez, se troca así mismo, en causa de otros muchos efectos, de tal manera que unas cosas influyen sobre las otras en una cadena que abarca al universo entero de uno a otro confín. Todo lo que es, todas las cosas existentes en éste mundo, los seres que constituyen el conjunto, por ahora indefinido, del universo, cualquiera que sea su naturaleza, grandes, medianas o infinitamente pequeñas, cercanas o lejanas, ejercen quizás sin saberlo y sin poder evitarlo, unas sobre otras, y cada una sobre todas las demás, una acción y una reacción perpétuas, que al combinarse en cada uno de los movimientos caleidoscópicos que ininterrumpidamente afectan al conjunto, constituyen aquello que llamamos la vida y la causalidad universales. ¡Llamad a esa causalidad lo infinito, lo absoluto, o Dios! si eso os divierte o consuela, pero no le deis otro sentido que el que acabamos de precisar, el de la natural combinación universal, necesaria, pero de ningún modo premeditada, ni prevista -por inteligencia alguna-,ni estable, pues permanece constantemente móvil y activa”.
Nuevamente se hizo el silencio, un asomo de desengaño se dibujaba en los rostros de los allí reunidos.
Sí, aunque me dolia profundamente el reconocerlo, lo que decia la muchacha era totalmente cierto. ¿Quien no ha sido constantemente desoido por todos los dioses?.





“Por desgracia, a esa causalidad o vida universales, apenas podemos suponerlas racionalmente, no digamos ya comprenderlas, ni siquiera con la imaginación, y mucho menos reconocerlas, pués sólo podemos reconocer lo que nos es manifestado por los sentidos corporales, y éstos, nunca podrán abarcar más que una parte infinitesimalmente pequeña del universo...Pero aunque en nuestra pequeñez de seres humanos, no podamos sentir ese movimiento eterno, aunque con nuestra limitada vista de topos microscópicos no seamos capaces de ver sino uno poco más allá de nuestras propias narices, no deberíamos dudar de ella.” Nuevamente el silencio cayó sobre todos nosotros. La muchacha se levantó irguiéndose majestuosa, aureolada por los rayos del sol como en un baño de partículas de oro. Durante unos instantes que entonces me parecieron eternos, pude deleitarme a placer con la visión de la belleza de aquel ser reluciente.
De pronto, energicamente, se volvió de espaldas y continuó hablando, esta vez en un tono algo más alto: “Existe a lo largo de la historia de la humanidad, un sistema casi tan antiguo como el mundo, que cual misteriosa Ave Fénix, renace constantemente de entre sus cenizas... En la India le dan origen los libros sagrados y la desarrollan los filósofos de la escuela Vedanta; en Egipto se enseñó en el Templo de Heliópolis, y períodicamente se la celebraba en la gran cripta bajo la Esfinge de Gizeh; Zoroastro y quien sabe si el parsí Menes también lo difundieron; en la antigua Grecia, junto a Hermes Trimegisto, la concibieron Heráclito -el Oscuro, le llamaron- y Parménides, también Pitágoras; los estoicos lo llevaron hasta los brazos del córdobés Séneca en los tiempos del imperio romano; tanto los alejandrinos como el mismo Plotino lo siguieron; Platón inspira a San Juan el primer capítulo de su Evangelio, y en los tiempos del oscurantismo medieval, se refugió -huyendo de la persecución- en las ciencias herméticas, la alquimia, el pitagorismo, la astrología y la cábala. Ibn Sina, Averroes, Al Gazzali, Ibn al-Arabí, lo sostuvieron con esfuerzo, para demostrarnos que el mismo Mahoma, incluso Alí lo profesaron; Maimónides, Raimón Llull, Duns Scott, Roger Bacon, Arnau de Vilanova y tantos otros, han ido alzando su voz para explicarlo, y hoy, aqui en nuestra propia ciudad, nuestros amigos Marsilio Ficino y Pico Della Mirandola, lo repiten en los jardines del Boboli, o en las aulas de la Accademia de Carregi, ante quien quiera oirlo”.
“Para ese sistema lo finito y lo infinito son idénticos. Dios y el mundo viven de una misma vida, todo es Uno. Lo finito no es más que lo infinito en sus infinitas manifestaciones; lo infinito es un ser, una substancia, una idea de cuya incesante limitación procede incesantemente lo finito. ¿Os asombrais?.”
Estábamos escuchando con la boca abierta. Los ojos brillantes de todos, nos harian aparecer -ante un testigo imparcial- como un grupo de extraviados por el vértigo, y eso era precisamente lo que éramos. Como un eco de mis propios pensamientos, el muchacho, con la voz ronca por la emoción, dijo:”¡Hay como para volverse loco!”.
“-¡Oidme bien! os lo diré sin rodeos: el mundo es Dios, el universo es Dios y Dios, es el universo; el uno para el otro, principio y fin, causa y efecto”.
Sus palabras resonaron en el interior de mi cabeza y se expandieron por las cuatro direcciones del espacio llenándolo de un atisbo de comprensión y de sentido.
“¿Pero entonces -continuó el muchacho-, qué es el hombre, Giovanna?”.
Ante ese nombre, todo mi ser sufrió una sacudida.
Como si se tratase de una cascada, un alud de datos, de informaciones y de conocimientos cayeron sobre mi. ¡Claro!, ¿cómo no la habia reconocido antes?. Se trataba de Giovanna degli Albizzi, la que habria de ser esposa de Lorenzo Tornabuoni, en uno de aquellos matrimonios que se dan entre las clases altas, para unir fortunas, aumentar el poder, o sellar alianzas, o establecer compromisos entre familias enfrentadas a lo largo de generaciones. Hacía varios meses con motivo de un viaje de estudios a Madrid, vi un retrato suyo de Ghirlandaio en la Colección Van Thiyssen, y esta misma mañana, en la Iglesia de Santa Maria Novella, la he vuelto a ver en las pinturas murales que representan las “Historias de la vida de Maria”.



“Nada, Doménico...-¡naturalmente!, el jóven moreno del gorro emplumado era el mismísimo Doménico Ghirlandaio- como nada es tambien esta Tierra que nos parece tan grande y que hemos poblado de religiones, de naciones, de imperios y de guerras, de glorias, de riquezas y de lujos fastuosos,...nada...¡Ensueños de hormiga!¡menos aún!. El mismo Sol, que resulta inmenso comparado con nuestro globo, no es más que un átomo de la inmensidad. Eso que llamamos estrellas, otros tantos soles como el nuestro, quizás rodeados de planetas semejantes a la Tierra...¿Cuantos són?...¡Incontables!... unos serán mundos habitados por civilizaciones como la nuestra; otros lo fueron y ahora ruedan silenciosos y solitarios por el espacio, esperando una nueva etapa evolutiva en la que vuelvan a caer sobre ellos las semillas de la vida; otros están muriendo precisamente en este mismo momento...Y sin embargo, todos esos mundos, todas esas civilizaciones, todas esas vidas, no son más que corpúsculos en el humo luminoso de lo infinito...no són nada...esa es la realidad... porque la nada es la virtualidad, la potencia, la materia con que esa vida universal, Dios mismo, moldea incesantemente al mundo... Si lo pensamos bien, en última instancia, nada queda de real en el mundo, salvo un fantasma de hombre-Dios, que de ser algo, debe abarcar a la totalidad de la humanidad en lo inmenso del tiempo y del espacio...”
“Veamos, si me aislo del mundo, cerrando las ventanas de los sentidos y de la memoria, si bloqueo mi pensamiento, si me concentro en mi misma, siento en mi algo, a lo que puedo llamar mente, alma o espíritu... sea lo que sea, este algo conoce, este algo piensa, este algo vuela de idea en idea hasta las regiones más altas de la abstracción, en la mayoría de lsocasiones, sin que yo misma pueda hacer nada para evitarlo, incluso a pesar mio. Pero entonces, ¿quien o que le determina a la acción?. No serán mis sentidos, ni mis recuerdos, ni mi voluntad...,¿entonces?... de hecho, éste espíritu, lleva en sí mismo su causa y su propio objeto. Un ser que tiene una actividad propia, y la puede ejercer sobre sí mismo, es un ser en sí, la reproducción de Dios, Dios mismo. Así pues, Dios vive en mí, y yo en Dios, estamos confundidos en el mar de la existencia. Así el universo es Dios, el mundo es Dios, y ése espíritu ¿que puede ser sino Dios mismo?.
“¿Acaso no advertís que lo infinito y lo finito, lejos de ser contradictorios, se mezclan y se contienen mutuamente? ¿No os dais cuenta de que por la misma ley que lo infinito tiende a limitarse, tambien lo finito tiende a universalizarse y a absorverse en lo infinito? No, no vacilaré en repetirlo, aunque con ello mi vida y la vuestra corran grave peligro, porque ya se han acabado los tiempos en que la superstición y el miedo governaban nuestros actos, incluso nuestros pensamientos: el hombre está en Dios, Dios en el hombre”.
“¿Pero entonces, Giovanna...?” -intentó replicar una de las jóvenes, pero fué interrumpida con gesto impaciente.
“Cuando examino los conceptos de inmensidad y de espacio, de eternidad y de tiempo, de dia y noche, de luz y oscuridad, de bien y de mal, de causa y efecto, observo que lo uno sin lo otro no es más que un fantasma, que se necesitan como los dos extremos de un bastón, como las dos caras de una moneda. Dios somos nosotros y todo lo que nos rodea. Es la vida en su conjunto, con sus asombrosas transformaciones, siempre muriendo en apariencia y renovándose hasta el infinito...Somos esa inmensidad -con su brazo hizo un movimiento envolvente como para abarcar a toda la bóveda celeste- que nos espanta con su grandeza y que no cabe en nuestro pensamiento...Somos la materia, que vive animada por la fuerza que reside en ella, con absoluta unidad, sin vacilación, ni dualidades de ningún género...Somos el Espíritu Universal, que se desprende del seno de la eternidad por la escalera del tiempo, y que recorre en alas de esa duración la inmensidad del espacio, derramándose por el universo, produciendo miríadas de seres, sin destruirse jamás como causa... Si os sentís inclinados a doblar la rodilla ante lo absoluto o lo invisible, la deberíais doblar ante ese Ser que somos”.
“Abrazad pues al verdadero Dios, reconocedlo completamente en el Hombre, el único ser en el que Él se siente y además se conoce. Observadlo en la titánica lucha por vencer lo finito que le oprime, que lo restringe al ámbito de lo material. Aspirando en todo tiempo y lugar, a depurarse, a levantarse sobre sus propias limitaciones, avanzando desde el más lejano y primitivo de nuestros átomos, trepando rama a rama por el Arbol de la Vida, mineral, vegetal, animal, llegar hasta la Humanidad e identificarse nuevamente con la Idea-Causa-Vida primordial...”






“Y cuando querais representarlo, hacedlo con el cuerpo del hombre, imagen y símbolo, a escala reducida, de ese otro gran cuerpo de cada uno que es el Universo entero...y cuando deseeis construirle un santuario, recordad que somos todo lo que nos rodea...no le encerreis en el interior de cuatro paredes, acudid a Él, en el seno de la Naturaleza”.


III



El inesperado rugido de una lancha motora pasando a gran velocidad por el ojo del puente me cogió totalmente desprevenido. La luz desapareció de golpe sumiéndome en la más negra de las oscuridades. Durante unos segundos fuí totalmente incapaz de comprender lo que sucedia. Cuando al cabo, fuí recuperándome de la sorpresa, Giovanna y su grupo habian desaparecido... El cuerpo, las ropas, la soledad, si, no cabían dudas, volvía a ser yo mismo. El puente, la noche, las lejanas farolas, la misma Floréncia que habia recorrido aquel mismo día...Todo estaba como era de esperar...
No pude resistir la tentación de mirar el reloj, apenas habian transcurrido unos quinze o veinte, minutos desde que abandonara la plazza de la Signoria. Por lo tanto, no podía haber estado mas de cuatro o cinco, en la plataforma. Me encontraba descansado, más bien debería decir eufórico, lleno de energía, renovado. Una parte de mi mente me aseguraba que sencillamente, me había quedado dormido. Que por muy vívido y convincente que pudiera parecerme lo sucedido, se trataba tan sólo de un sueño, sin lugar a dudas influido por el ambiente, las circustáncias, mi desbordada fantasía y el cansancio físico. Era una buena explicación, ¿cómo no íba a aceptarla?.
Cuando ya iba a levantarme, observé un pequeño destellear anaranjado. Apenas un ligero resplandor, comparado a los que me habian asaltado durante todo el día, pero mis ojos se volvieron ansiosamente hacia él. En el lugar en que estuviera sentada Giovanna, yacía abandonada una lozana rosa de color azafrán, envuelta en un delicado fragmento de pergamino sujeto con una bella cinta carmesí, idéntica a la que Giovanna llevaba en su pelo.
Con manos temblorosas, entre incrédulo y agradecido, mis manos recogieron el presente. No sé como pude deshacer el nudo y desenrrollar el papiro. En su interior había escrita la siguiente inscripción: “¡Oh Arte! Quisiera el cielo que tú pudieses representar el comportamiento, no habria en la tierra un retrato más bello que el que se hiciera de Giovanna Degli Albizzi. Que murió puerper a la edad de veintitrés años, llevándose con ella la Luz de la ciudad. Forastero, seas quien seas, o de donde quiera que vengas, tenla siempre presente en tus oraciones, nada te podrá traer más bendiciones. Donde quiera que vayas, lleva para siempre sus palabras en tu recuerdo, y por ellas te reconocerán como seguidor de la Verdad. Domenico Ghirlandaio en el año del Señor de MCDXXXVIII”.
Cogí la rosa, el pergamino y la cinta, los metí en el libro de Holderlin, lo puse todo dentro de mi bolsa y levantándome, me dirigí con paso seguro hasta la piazza que se abre delante del Palazzo Pitti, para esperar el autobús que me habría de llevar de nuevo hacia el camping.
Han pasado más de dos meses. Nada en mi vida ha vuelto a ser como antes. Una sensación de cálido agradecimiento, una nueva convicción en la bondad intrínsica de lo creado, una compasión profunda hacia todo lo que me rodea, incluido a mi mismo, la esperanza en el gran destino que le aguarda al Hombre. Amor y devoción ante mis semejantes, mis iguales, dioses como yo mismo.


De tanto en tanto, cuando abrumado por las obligaciones, por la falta de tiempo, o cuando cometo errores, empiezo a sentir de nuevo en mi corazón el peso de una existencia anodina y un tanto sin sentido. Entonces, desenvuelvo el pequeño paquete, aspiro la fragancia de la flor amarilla, y me consuelo recordando que por lo menos por una vez, me fué mostrado el prodigio.













LA LLEGENDA DEL REGNE DE L'ESTIU.


La darrera cigarreta fumeja encara, en el cendrer, massa ple - com gairebé sempre -.



Recolzant-se en un profund sospir, el pensament de: “ja està bé per avui”, s'apodera de la meva voluntat, i de cop i volta, sense cap transició, em sento molt cansat.
Recullo els papers, apunts i tota la llarga llista d'artefactes, andròmines i d'altres instruments de treball, que a aquestes hores de la matinada, se'm fan, infinitament nombroses. El maleït “Pepito Grillo” de la consciència, m'impedeix deixar-los llençats a qualsevol lloc, en senyal de petita ofrena al Caos, i en menys del que trigaria en explicar-ho, els tinc mitjanament ordenats.
He posat una música estranya, fantàstica, tranquil·la i misteriosa, però al mateix temps, esglaiadorament bella. Es tracta de la banda sonora de la “peli”: “L'última temptació de Crist” de Peter Gabriel. Tanco la llum, obro els finestrals de l'habitació, i també aquells altres que estan dintre meu i m'estiro, abrigat sobre la catifa. En pocs segons l'atmosfera de l'habitació s'ha transformat. La meva ment, el meu cos, adquireixen una perspectiva totalment diferent sobre el petit món que m'envolta diàriament …
Torno a descobrir - no sense sorpresa- la capacitat de distingir entre una gran quantitat de sons - els cotxes que trenquen amb violència l'aire en la propera carretera, alguna ona batent la sorra de la platja un poc més enllà, la fascinant música que crea un ambient una mica irreal i el silenci, que els abraça a tots. Silenci que em parla del somni reparador en que es troben els de casa, cosmonautes intergal·láctics de tots els temps, com tu!, com jo mateix!, que intenten progressar en el difícil camí d'arribar a ser persona, “cosa” que gairebé ningú assoleix del tot.
Com un torrent de muntanya, la fresca i humida brisa procedent del mar, inunda, amb la seva salada fragància, l'ambient. Cargolat en ella, com una resplendent cinta de llum, l'olor -una mica empalagós - de les últimes flors del gessamí obrint-se al reflex de la Lluna i a la resplendor de milions d'estrelles - agulles de plata clavades en el vellut negre de la nit-. En rebre el seu impacte, el meu cos reacciona amb un lleuger - però fresc - calfred, al que segueix una agradable sensació d'expansió. Els meus ulls es perden per l'ilimitat horitzó de mar i del cel estrellat.





Reconec en mi mateix una emoció primitiva i poderosa, ara sé, amb absoluta certesa, el que va sentir el primer ésser humà quan va descobrir el que significava viure al costat del mar. A pesar dels milions d'anys transcorreguts!. Malgrat la cega brutalitat amb que la nostra espècie s'ha desenvolupat, aquesta és una de les poques experiències en la que encara podem arribar a descobrir, allò que s'amaga en el sí de la matèria, la nostra veritable mare (mater = mare; nostra = ia), i els estrets llaços que ens uneixen fermament amb ella.
En el negre tapís entreteixit d'ombres i llums, destaquen per la seva lluentor metàl·lica les gèlides estrelles. Conec el mecanisme pel qual els antics pobles les consideraven déus, o els esperits dels que ja se'n havien anat, o una estranya cal·ligrafia en la qual desxifrar futurs... o desigs.





Comprenc sí, que altres homes, davant d'aquest espectacle duguessin el seu pensament fins al país de la imaginació. És tan còmode!.
Però no puc oblidar tot el que sé, encara que volgués!. La meva ment recorda el que es trobava inscrit en el "frontispici" del Temple d'Apol·lo en Delfos: “Coneix-te a tu mateix i coneixeràs a l'Univers i als Déus”.



Penso, tanmateix, com ens han influït, guiat i estimulat, d'una manera tal, que ni el més boig dels astròlegs podria somiar, doncs d'elles venim i a elles, al final, tornarem. A més, no puc lliurar-me de la ominosa sensació, de la idea a-racional, que hi ha una mica d'elles en mi. Però si ho segueixo pensant uns instants més, em dono perfecte compte que també hi ha una mica en elles de mi.
El contrallum retalla davant la meva vista fantasmagòriques formes i siluetes que, converteixen l'habitual, quotidià i conegut, en estrany i irreal. Com en aquell espectacle de formes xineses que vaig veure en la infància, en el que uns dits projectats a la paret, podien transformar-se en qualsevol cosa: un home amb barret, un gos lladrador, una delicada flor, o un amenaçador cocodril; en la meva fantasia eren reals del tot.




Avui, ja m'he adonat que aquest espectacle, aquesta mateixa il·lusió, s'amaga sota les vestidures de l'habitual i quotidià.
Deixo al meu cos enjogassar-se per uns instants, entre el fred aire i la càlida llana de la catifa. Com a tot ser humà, m'atreu la contradicció, la suau alternança de les sensacions, el sotrac de dolor o de plaer, la contracció i l'expansió que contínuament es produeixen en el nostre cor i en la nostra ment.
Sí, em disposo a complir l'últim ritual del dia.
Després de molts anys de vagar, darrere d'un mètode segur per a arribar a la felicitat, els meus coneixements s'han limitat a fer-me veure la suprema importància de dedicar, encara que només siguin uns breus moments cada dia a l'escolta interior i exterior. D'una manera instintiva, gairebé automàtica, tots els meus ossos, músculs, nervis, òrgans, membres i ment, es disposen a adoptar aquella posició que em proporciona la màxima comoditat i estabilitat, disposant-me al lliurament sense reserves, fins a la mateixa frontera del somni…
Immòbil, gairebé sense atrevir-me ni a respirar, transmutat en arriscat equilibrista, em dedico a l'àrdua tasca de la simple contemplació de tot el que succeeix a la meva al voltant i en el meu interior.




Com per art de màgia, el “tiovivo” del pensament s'il·lumina amb només observar-lo. Les més absurdes, insospitades, extravagants i estranyes idees s'amunteguen a patolls davant les meves pantalles interiors. Inconnexos, desordenats, com els quadres d'un museu sense cap lògica, com les seqüències d'una “peli” en la qual el muntador s'hagués tornat boig. Lentament, la meva respiració s’alenteix, el vertiginós ritme inicial, remeteix en la seva velocitat, de manera que a poc a poc, aquesta o aquella escena, es fixen per intervals cada vegada més llargs i el buit generador entre els pensaments es va estirant, fins a fer-se del tot evident, apropiant-se de tot el meu ésser, de tota la meva consciència, fins a fer-me jo mateix, un amb ell, surant en l'infinit oceà del sense espai - temps: el no-res…l'U…que és Tot.

Estic en la frontera entre els móns.


Els continents de Vigília i Somni, de Real i Irreal, s'obren davant meu. Equidistats, magnífics, immensos. Com molts altres abans que jo mateix, em trobo sol, despullat de tot pensament, sensació o record. Senzillament, immers en l'arrel primigènia del meu autèntic ésser.
En aquest instant experimento amb total intensitat l'estreta relació que ens uneix amb tot l'existent, i sé, que aquesta relació té lloc molt més allà, més endins, de tot el que jo pugui arribar a creure o voler, sense cap possibilitat d'elecció. Com la vida mateixa que ens ha estat donada amb dolor i ens serà arrabassada per la força. Però em deixo arrossegar…sense resistència alguna…cap a l'interior d'aquest altre món; aquell que conté totes les possibilitats, on aquí, vol dir també allí; on tu - estimat lector -, jo, nosaltres, tots, som tan sols una consciència ben desperta, on l'ordre i el caos es fonen autogenerant-se contínuament en íntima i eròtica abraçada.

I allí romanc. Com bressolat en els braços de la nostra mare comuna: la Terra, com aniquilat pel foc eternament canviant que és el nostre pare. I allí romanc…


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Alguna cosa em treu de la meva abstracció. Amb una suavitat exquisida s'inicia en el meu interior una música. Lentament, les notes, en la seva rítmica cadència, adopten l'aire d'una marxa, alegre, festiva, però també solemne. Com procedint de molt lluny, de molt endins, una veu femenina inicia el cant. Sembla una vella cançó…
La reconec!, és tan antiga com la humanitat mateixa, encara que cada generació l'ha cantat amb lleugeres modificacions de lletra i de música. Es tracta de “La Llegenda del Regne de l'Estiu” i en aquests moments, l'escolto tal com la cantés la bella Charis, la supervivent de la Atlántida, mare de Merlí el Arximag, Druida i Bard allí en la cort de Camelot, al costat d'Artur, Lancelot, Ginebra i Parsifal, quan en el món encara havia màgia, dracs i lleialtat.



Des de temps immemorials, les seves estrofes constitueixen un missatge d'esperança, especialment quan la manca de raó, de sentit, l'egoisme i la violència semblen imposar la seva llei pertot arreu i, quan - com ara mateix - el futur sembla incert davant les joves generacions que han d'heretar la Terra. I diu així:

La cançó del Regne de l'Estiu.



És el nostre sofriment el que ens uneix.
No l'Amor.
Perquè l'Amor no obeeix a la ment
i es transforma fàcilment en odi,
quan se’l contraria.

El vincle que ens uneix els uns als altres,
està més enllà de tota possibilitat d'elecció;
som germans en tot allò que compartim:
En el Dolor.

En aquest Dolor que tots sentim tot sols,
o quan veiem reflectida la nostre imatge
en el mirall del pensament.

És quan reconeixem la nostra pobresa,
La nostre desesperança,
quan sentim la nostra veritable germanor,
i fins a avui, hem hagut de viure sense ella.

Hem d'aprendre, que per a nosaltres,
no hi ha altra sortida, que la d'ajudar-nos els uns als altres,
i que cap mà vindrà mai a ajudar-nos,
si nosaltres mateixos no la tendim primer.
I la mà que tu tendeixes està buida…


Com ho està la meva.

No posseïm res.
No tenim res, no som amos de res,
Per això som lliures.
Tot quant tens és el que ets
i tot el que siguis capaç de donar.

Jo no tinc més que la meva pròpia llibertat,
res puc donar,
excepte recordar-vos la vostra pròpia llibertat.

I mostrar el camí que condueix a el “Regne de l'Estiu”.
I mostrar el camí que condueix a el “Regne de l'Estiu”.

És aquella una terra en la qual brilla la Bondat,
on cada home o dona protegeix la dignitat dels altres
com si anés la seva pròpia.
És aquell un lloc on resplendeix la Veritat,
en el qual la paraula d'un home és la seva garantia,
on no hi ha crims, ni violència
doncs la falsedat ha estat eradicada del cor dels homes.

Allí tots contribueixen al bé comú,
amb un poc més de l'esforç estrictament necessari,
perquè mai, a ningú, li falti de res.
Allí, els nens dormen feliços en els braços de les seves mares,
sense conèixer mai el temor o el dolor,
doncs la ignorància ha estat substituïda pel coneixement,
dels éssers íntimament interconnectats que en realitat som.

Des de petits se'ls ensenya a respectar
a cada pedra, riu, núvol, planta o animal, a tot,
perquè totes les coses és el nostre autèntic ésser.






Allí els poderosos van estendre una vegada les seves mans,
per a imposar per a sempre la Justícia,
abandonant per a sempre el ceptre,
l'espasa i el fuet, l'opressió i el privilegi
i des de llavors, la clemència, l'amabilitat i la comprensió,
flueixen com torrents sobre la terra i sobre els homes.

És un lloc on la pau regna en el cor i en la ment de tots,
on la solidaritat escalfa tots les llars
i on l'autèntica fe i l'autèntica esperança
resplendeixen a la part alta de cada pujol.

Allí la mort ha deixat d'exigir la seva lúgubre collita
doncs tots se saben ja immortals,
allí s'adora al déu veritable
i el seu missatge és aclamat per tots.




Així és el Regne de l'Estiu!
Així és el Regne de l'Estiu!

Allí no tenim lleis,
excepte el principi únic d'ajuda mútua.
No tenim govern,
excepte el principi únic de la lliure associació.
Tampoc tenim de moltes altres coses…
No som rics, no som pròspers,
cap d'entre els nostres és poderós, no posseïm res…
però ho compartim tot!
Allí es venera a la Virtut, la Llibertat i a la Bellesa,
per sobre de la comoditat, el poder o la riquesa.

Si voleu anar allí.
Si aquest és el futur que de bo desitges
per a tu i per als teus fills,
has de començar a anar cap éll nu,
nu com vénen els nens al món.
Només es pot anar cap al futur
sense cap passat,
aprenent a confiar totalment
en els altres per a sobreviure.
No podeu prendre el que abans no heu donat,
i és a vosaltres mateixos el que heu de donar.

El camí cap a “El Regne de l'Estiu”
requereix una total transformació, de tots.
No podeu comprar una revolució.
Tampoc podeu somiar a fer una revolució.
Només podem ser la revolució,
perquè la revolució o està en el vostre esperit,
o no està enlloc…

Així és el Regne de l'Estiu!
Així és el Regne de l'Estiu!

Anem tots al Regne de l'Estiu!


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La veu ha cessat.
Els sons s'allunyen perdent-se en les circumvolucions del meu cervell. Amb esforç, la meva voluntat tot just assoleix convèncer al meu cos que ha d'aixecar-se i anar-se al llit.
Demà cal matinar per a anar a el “Insti”.
M'assalta el dubte. Em venç la son.